La degustación, la cata y el maridaje

 La degustación, la cata y el maridaje son tres términos que se utilizan con recurrencia en el ámbito del vino pero es muy usual que se los confunda ya que sus definiciones involucran algunos conceptos similares. A continuación, daremos un breve explicación de cada uno: 

La degustación 

La definición de "degustar", según la RAE, es "Probar o catar, generalmente con deleite, alimentos o bebidas." La degustación entonces, si hablamos de vino, se refiere a probar y evaluar las características de color, olor y sabor de uno o más tipos de vinos de forma subjetiva, es decir, según la opinión personal de cada uno. Degustar es más que nada una experiencia para conocer y disfrutar de los vinos, la cual generalmente se realiza en bodegas o en eventos realizados por estas. 


La cata

La cata, de forma similar a la degustación, implica probar y evaluar vinos pero a diferencia de esta, hay una persona especializada que se encarga de catar, el "catador", quien evalúa y analiza las características del vino de forma objetiva utilizando casi todos sus sentidos (tacto, olfato, vista y gusto). Además, para catar se requieren condiciones específicas (como un lugar adecuado), habilidades especiales (para concentrarse y tomar notas, por ejemplo) y conocimiento del vino; no es una actividad que pueda realizar cualquier persona. Se puede decir, entonces, que catar es una actividad mucho más técnica que degustar. 


El maridaje

El maridaje es un concepto muy distinto a "degustar" y "catar" pero si quisieramos compararlo con estos, se podría decir que es probar o degustar el vino en combinación con la comida. Su definición dice que el maridaje es un enlace armónico entre dos o más cosas que se corresponden entre sí. En gastronomía, hace referencia a la combinación adecuada del vino con la comida, de tal manera que estos se complementen, para aumentar el deleite y la experiencia sensorial de los comensales. Además, da lugar a sabores incomparables para disfrutar comiendo. Ciertos sabores y texturas pueden llegar a provocar combinaciones fantásticas al mezclarse con el vino.
Si bien la norma general es degustar carnes rojas con vino tinto, existen carnes rojas que maridan bien con este tipo de vino, todo depende de su preparación y de los ingredientes que lo acompañen. Para las carnes, en general son más apropiados los tintos, y dependiendo si van con alguna salsa fuerte, deben tener más estructura, como es el caso de los “reserva” o “gran reserva”. Asimismo, debe tenerse en cuenta que cuanto más grasa contengan los platos, se requieren vinos más estructurados y con más tiempo en barrica.
Por otro lado, en el caso de los pescados, la tradición muestra que lo más conveniente es degustar vinos blancos. Existen pescados grasos, como el salmón, el bacalao o el bonito, que se maridan bien con un blanco macerado en barrica o con un tinto crianza, ya que se necesita tanino para quitar la grasa.
En cuanto a los postres, siempre existen dificultades por el contraste de sabores. Es importante tener en cuenta no mezclar vinos secos con platos muy dulces, ya que se percibiría el sabor seco con uno mucho más ácido. Los vinos dulces pueden maridarse con los postres, aunque es importante que tengan cierta acidez para que el postre no “canse”.
En muchas culturas el vino ha sido considerado un alimento básico en la mesa, y de alguna manera su producción y las tradiciones culinarias de regiones determinadas han evolucionado conjuntamente a lo largo de los años. El arte de combinar alimentos es un fenómeno relativamente nuevo y moderno.



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